Ya se extrañaba que el viejo sabroso hiciera de las suyas.
El viejo sabroso, conocido en el barrio por sus extravagancias y su humor inconfundible, había estado en silencio durante un tiempo, pero su ausencia se sintió profundamente. Su nombre era Pablo, aunque para todos era simplemente “el viejo sabroso”. Su reputación de contar historias, hacer chistes y vivir la vida con una energía desbordante lo había convertido en una figura emblemática. Todos esperaban con ansias sus ocurrencias y bromas, que solían ser el centro de las reuniones y las fiestas locales.
Recientemente, la gente había notado que el viejo sabroso estaba más reservado, con menos intervenciones en la vida social del barrio. Algunos comenzaron a preguntarse si el viejo Pablo había perdido su toque o si simplemente estaba disfrutando de un merecido descanso. Sin embargo, en el fondo, todos sabían que el verdadero viejo sabroso nunca podría desaparecer por completo; simplemente estaba en espera, acumulando nuevas historias para compartir.
Y así, un día cualquiera, cuando menos se lo esperaba, Pablo hizo su regreso triunfal. Apareció en el centro del parque del barrio, con su característica risa contagiosa y una nueva serie de anécdotas que habían sido elaboradas durante su tiempo de ausencia. Su retorno fue como un soplo de aire fresco, reactivando la chispa que había estado ausente durante un tiempo. La gente se reunió alrededor de él, expectante y entusiasmada, sabiendo que su presencia traería consigo una oleada de humor y camaradería.
El viejo sabroso nunca había perdido su esencia; solo había estado esperando el momento adecuado para reaparecer. Su regreso fue un recordatorio de que, a pesar de las pausas y los periodos de calma, las verdaderas personalidades siempre encuentran su manera de brillar nuevamente. En el fondo, el viejo sabroso siempre había estado allí, acumulando historias, listo para ofrecer su particular dosis de alegría al mundo.